
“Y se estremeció Isaac grandemente, y dijo: ¿Quién es el que vino aquí, que trajo caza, y me dio, y comí de todo antes que tú vinieses? Yo le bendije, y será bendito.”
— Génesis 27:33
La división familiar estaba bien marcada.
Isaac prefería al hijo cazador, al rudo de pelo en pecho que representaba la hombría y el patriarcado, mientras que Rebeca amaba al hijo hogareño y tranquilo que amaba la quietud y el silencio. El compañero perfecto de mamá.
La hora de la bendición final llegó y con ella la oportunidad de engañar, usurpar y arrebatar ilegalmente.
Mucho dolor, estremecimiento y lágrimas. Amargura y sufrimiento pueden traer las mentiras.
Engañar es mentir con la verdad, es trastocar datos, fechas y lugares con el fin de manipular resultados. Humana mente se puede ganar, pero en el mundo espiritual se produce un caos.
Jacob logró suplantar a su hermano pero las consecuencias se siguen viviendo.
Jesús es el cordero de paz entre los pueblos y las naciones. Lo que no puede hacer la trampa la mentira y la traición lo logra el cordero inmolado por nosotros en la cruz.
Sin Cristo, solo habrá conveniencia, ventaja y usurpación. Solo Cristo da paz y perdón para hacernos hermanos entre los pueblos.